Crónicas desde China:
La visión periférica, como salvar una vida en China y pinchos a la barbacoa
Por Miguel Yagüe Jiménez
China en el mundo hispano/el mundo hispano en China // Nº 20 enero/junio 2025
No sé si es cosa de los chinos o de todos, pero tengo la intuición de que por el uso de las pantallas estamos perdiendo la visión periférica, y me explico.
No es la primera vez que me pasa que, cuando salgo a dar un paseo por mi urbanización, aquí en Guiyang, principalmente jóvenes y niños que pasan a mi lado, o en dirección hacia mí, apenas modifican su ruta y en más de una ocasión hemos estado a punto de chocar. Dirán ustedes, ¡pues muévete tú!, y lo hago, palabrita, aunque al hacerlo me esté defecando en toda la cultura relacionada con el respeto a los mayores; porque soy mayor, aunque mi ánimo me impide reconocerlo. Quiero pensar que este “choque cultural” no es intencionado y que lo que está ocurriendo, seguro que lo están investigando en alguna universidad de Wisconsin o de Conneticut, y es que el uso de móviles, tabletas, ordenadores y dispositivos pantalliles en general está provocando que lo que antes el ojo hacía con relativa facilidad, que era estar atento a los peligros, ahora ya no necesita hacerlo.
Bien es cierto que cuando un tigre (triste y recién comido en el trigal, o no), un oso (amoroso, o no) o un T-rex (digital, o no) te acecha, toda precaución es poca y que, en comparación, tropezar con un extranjero (viejo, o no) por la calle, no tiene mayor importancia. En la última temporada de baño del río local me ocurrió algo excepcional. Siempre me ha gustado nadar y quería probar la experiencia en un río al que acuden multitud de personas a bañarse, nadar, hacer saltos y estrenar coloridos flotadores y manguitos para prevenir la falta de técnica.
El momento se dio, superada la sensación de que las algas te acaricien los pies, estuve nadando un ratito y decidí sentarme en la orilla escalonada y bien cuidada, para descansar, aunque la temperatura ambiente invitaba más a estar dentro que fuera del agua. Vi a dos muchachos chapotear en el agua alegremente mientras la retahíla de jovenbuelos y jovenbuelas (jubilados tempranos del sistema chino que se dedican a vivir la vida y a los que les da igual todo, principalmente a ellas, y hacen bien) seguían a sus cosas. Uno de los muchachos salió del agua y se marchó corriendo.
A los gritos de ayuda de mi mujer, que estaba leyendo en la orilla, y cuyo tono de voz es fácilmente distinguible para mí, amén de que es la única que grita en español, observé al otro muchacho que sacaba y metía la cabeza y estiraba la mano hacia arriba, lo cual no era muy buena señal. |
Me detengo a hacer aquí una mención a la educación y los maestros, docentes y profes de cualquier disciplina, el éxito de lo enseñado se demuestra si ha sido interiorizado.
Pues bien, mis profesores de la Escuela de Socorrismo de Segovia debieron de hacerlo muy bien porque como si de un lavado de cerebro se tratase me tiré al agua sin pensar, agarré al mozo que se dejó coger desfallecido, y lo saqué a la orilla. Heroicidades aparte, ahora viene lo que a mí me causa verdadera curiosidad cultural, cuestionamiento antropológico o, si se quiere, conocimiento de los hábitos costumbristas y las tradiciones, lo meto todo en el mismo saco miccionándome en cualquier estructuralismo académico, soy consciente. Cómo es posible, que minutos antes del ahogamiento, jovenbuelos, jovenbuelas, bañistas en general y los de los puestos ambulantes de pinchos a la barbacoa (muy proliferantes donde hay personal ocioso) estuvieran mirando para otro lado, y segundos después de pescar el merluzo, que dios me perdone, pero no sé su nombre, cuando todavía él y yo hacíamos por recuperar una respiración que nos permitiera emitir sonidos no guturales, había un corro de gente a su alrededor, ¿para qué? Cabe pensar que el personal se aglutinó para ver si se encontraba bien y para ayudarle, nada más lejos de la realidad. Lo que hacían era reprenderle, regañarle, reprobarle, re-criticarle, que porque te metes si no sabes nadar, que si no sabes mejor nadar cerca de las boyas, que si cómprate unos manguitos y un flotador, que si eres un inconsciente…
Segunda mención a los maestros, si educáis en el juicio la sociedad recibe juicio, si educáis en el amor, la sociedad recibe amor. Me queda pensar que mientras yo me hacía fotos con algunas jovenbuelas muy simpáticas y desinhibidas, en alguna escuela, en alguna casa, en algún río alguien mira para otro lado y reprende a toro pasado cuestiones que no tiene solución. Puede que la vergüenza opere de manera fulminante en esta sociedad y que anule instintos éticos a la par que reprende acciones insubsanables. En definitiva, el merluzo se marchó sin dar las gracias y los bañistas siguieron a lo suyo, los de los pinchos dando ambiente, saltadores haciendo piruetas sin importarles las algas del fondo, la vida siguiendo, y a mí me da por pensar que todo esto es cosa de la visión periférica. Miguel Yagüe (Hermano Mi) |