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Breve mirada a la ruta de China como potencia regional en Asia Central
Juan Andrés Gascón
Tecnología y Economía // Nº8, Junio, 2021
Tras la Guerra Fría, la unipolaridad se convirtió en la característica definitoria del sistema internacional. Estados Unidos se posicionó como la potencia predominante pero con la disminución del monopolio de la fuerza nuclear y la política exterior regresiva de Estados Unidos, se dio un ambiente propicio para que poderes regionales pudieran competir por esferas de influencia (1).
Esta reciente multipolaridad del sistema es especialmente importante para China, ya que ha tenido la intención de expandir su influencia y convertirse en una importante potencia económica, ya demostrado en el plan Made in China 2025 (2), rememorando un proceso de industrialización semejante al de vecinos como Japón o el realizado por Europa. Este progresivo posicionamiento de China como ciudadela económica global ha llevado a la realización de diferentes macroproyectos. Aquí es donde encontramos la iniciativa One Belt One Road (OBOR), bautizada desde los analistas occidentales como la nueva ruta de la seda. La iniciativa OBOR es entendida como la creación de un mercado seguro frente a la volatibilidad económica global en episodios de crisis. Anunciada en 2013 por el presidente Xi Jinping, puede afirmarse sin exagerar que se trata de la iniciativa geoeconómica a largo plazo más ambiciosa del espacio euroasiático (3), atravesando más de 60 países e invirtiendo alrededor de 400.000 millones de dólares. La declaración de los cinco factores de conectividad donde China propone una “comunidad de destino común” ha despertado la atención del mundo, desafiando el liderazgo estadounidense. Especialmente en Asia Central, China quiere posicionarse como garante de seguridad en detrimento de la capacidad norteamericana y rusa de mediar los conflictos, a la par que ofrece una financiación al desarrollo más flexible (4). Aun así, China no descuida el apoyo de aliados cercanos, apoyándose en la Organización de Cooperación de Shanghái, por ejemplo, con Rusia. La ruta ya realizó proyectos en Pakistán y Afganistán. Incluso, se piensa que la iniciativa pretende conformar un “happystan”, corrigiendo las amenazas del terrorismo y la inestabilidad política, un el estandarte desde el cual China busca crear esta alternativa de orden regional (5). Uno de los más claros impactos es el desafío al liderazgo estadounidense y a otras potencias regionales. Aplicando una doble táctica que permite a China como cooperante mientras va ganando legitimidad para ser un actor influyente en la política interior de sus vecinos. La intervención cada vez más frecuente de China es lo que varios autores han analizado como el resurgir de un “nuevo eurasianismo” (6), un planteamiento posible debido a la pérdida de interés de Estados Unidos en oriente tras su intervención en Afganistán y Siria, funcionando también como una alternativa al euro-atlantismo. |
La deliberada ambigüedad en la política exterior china es lo que mantiene el misterio necesario sobre la Belt and Road Iniative (BRI) para desviar la atención de las potencias y estados vecinos. Es una estrategia eficiente de China, generando una pérdida de los privilegios rusos y estadounidenses como garantes del desarrollo regional sin llegar a representar una amenaza o, una ruptura que derive en un conflicto directo.
Empero, China todavía debe atender problemáticas relevantes a mediano plazo. En primer lugar, asegurar un mercado interno estable y el bienestar que asegure el apoyo interno al auge internacional. En segundo lugar, afrontar la deuda ecológica que han acumulado a través de una industrialización intensiva. En tercer lugar, evitar desarrollar demasiados frentes donde, no solo EE. UU o Rusia reaccionen, sino India o Japón puedan tomar posiciones más hostiles. En definitiva, esta ambiciosa iniciativa demuestra la apuesta de China por ser potencia, utilizando Asia Central con plataforma de lanzamiento de sus proyectos, alcanzando incluso América Latina o África, dando inicio a una partida que cambiará el tablero geopolítico de forma inédita en la historia reciente. Notas: (1) Nastase, M. (2018). Crises in the European Union and the future of the European project in the multipolar world. Revista Romana de Drept European, 2018(3), 55-78 (2) Eisenman Joshua, & Heginbotham Eric. (2019). Building a More “Democratic” and “Multipolar” World : China’s Strategic Engagement with Developing Countries. China Review, 19(4), 55–84. (3) Ghiasy and Jiayi Zhou (2017). “The silk road economic belt. Considering security implications and EU ‐ China”. Stockholm International Peace Research Institute, p. 15.; Casarini, Nicola. (2016). Todos los caminos llevan a Beijing. En Godó, Javier (ed.) La nueva ruta de la Seda. Dossier, La Vanguardia. Abril-junio. (4) Duchatel, Mathieu (2016). El riesgo del terrorismo. En Godó, Javier (ed.) La nueva ruta de la Seda. Dossier, La Vanguardia. Abril-junio. (5) Casarini, Nicola. (2016). Todos los caminos llevan a Beijing. En Godó, Javier (ed.) La nueva ruta de la Seda. Dossier, La Vanguardia. Abril-junio. (6)Yilmaz Serafettin & Liu Changming (2018). China’s ‘Belt and Road’ Strategy in Eurasia and Euro-Atlanticism, Europe-Asia Studies, 70(2), 252-276. |