|
|
El espejo amarillo
Gustavo Arévalo Scriffignano
Historia y Sociedad // Nº 14, Diciembre, 2022
En un pueblito cerca de la jungla espesa y húmeda, en Xishuangbanna, un niño juega y se esconde entre los carros de los vendedores ambulantes. En sus ojos de almendra el mundo gira y fluye, caudaloso.
Colorida, y con colores y sabores que se parecen más al sudeste asiático que a la China a la que estamos acostumbrados, Xishuangbanna en el centro del Yunnan casi supo ser de Myanmar, o de Laos además de China. Tiene el mismo sabor que tiene la Triple Frontera en el noreste argentino. En esa parte recóndita de la China contemporánea, en la que conviven elefantes, motonetas y rascacielos nuevos, el crecimiento es desordenado, se derrama por los costados. En el triángulo que comparten la Argentina, Brasil y Paraguay, la desprolijidad es la misma.
En la Triple Frontera niños de todos colores se escabullen entre los escaparates, que desbordan de “Adedos” y “Pomos” madeinchina. En la China el desorden es un derrame controlado por el Estado, que tiene con qué y sabe cómo. En la Triple Frontera el micromundo también se derrama. Escapándosele a los tres gobiernos entre los dedos, que tienen con qué y saben cómo pero no quieren. Las zapatillas de imitación no son la única huella china en esta parte del mundo. El gigante desplega, desde hace años, inversiones multimillonarias en Latinoamérica toda que opacan cualquier otra inversión extranjera en la región. Desde barcos-fábrica que pescan, procesan y congelan el producto a bordo y en costas latinoamericanas para luego depositarlo en los puertos chinos listos para el consumo, hasta bases científicas en medio de la Patagonia perdida dentro de las cuales circulan más uniformes verdes y borceguíes que guardapolvos blancos.
¿Qué quiere la China con América Latina? No es que se fija solamente en la atractiva cintura cósmica del sur. El suyo es un amor, hay que sincerarnos, basado en el interés. Por orden matemático y la inevitabilidad física, hay más bocas que alimentar en la China que en cualquier otra parte del mundo. Bocas hambrientas de soja, cerdo, pescado y todo lo demás que nuestra Latinoamérica generosa pueda proveer.
|
Bocas con sus cuerpitos que para transportarse de A a B en la China continental (y cada vez más Hong Kong, y ojo Taiwán) confían cada vez mas en los vehículos eléctricos. Que funcionan con baterías de litio. Que abunda en las planicies y salares de Bolivia y el noroeste argentino.
La China nos corteja, desde hace años y cada vez con mayor desparpajo, con la chequera en la mano. Y aún así muchos los miramos con miedo, y en voz baja y a regañadientes nos dedicamos a gestar imágenes de confabulaciones hegemónicas, conspiraciones y conquistas internacionales que significarían el fin de nuestras libertades, la muerte de nuestra identidad y la entrega total, de rodillas, al gigante amarillo como temía Mafalda en los setenta. En una región del mundo a veces falta de madurez política y cultural en la que caemos en reducciones anacrónicas (comunistas vs capitalistas, buenos vs malos, conquistadores vs liberadores etc) a veces nos cuesta ver las muchas caras de los actores. La autocrítica mucha veces, en su justa medida, nos falta. Y el sentido histórico pasa, como dicho, por el tamiz de una ideología que ha caducado. La China nos da miedo. Nos asustan las caras diferentes y los ojos. Me pregunto lo que se le pasó por la cabeza a los latinoamericanos de entonces, generaciones atrás, al recibir los primeros anglosajones en sus costas.
Nos incomodan avalanchas de inversiones de las cuales, del beneficio para la región, nos enteramos solo por las noticias. Porque a la gente, nada. A la vez que estamos adormecidos al estar acostumbrados frente a las manos porosas de las dirigencias políticas de la región, donde tienden a quedarse atascados los beneficios. Nos escandalizamos cuando nos cuentan que el líder chino ha logrado otro término al frente de la tropa. Su maquiavélico plan para perpetuarse en el poder y a conquistar al mundo está funcionando. Claro que Fidel fue un prócer revolucionario, Chávez un iluminado, Porfirio Díaz un ejemplo de la democracia y los Kirchner estándartes de los valores a seguir en la región.
La China nos asusta. Pero tal vez no sea porque es tan radicalmente diferente y ajena a nuestro modo de ver el mundo y la realidad e interactuar con ella. Sino porque es peligrosamente cercana a la nuestra, y aún tenemos un largo camino para recorrer y aprender. |