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Sobre el Mundo Chino: saber lo que no se sabe Por Dr. Andrés
Herrera-Feligreras
Arte y Cultura // Nº 10, Diciembre, 2021
La mayoría de personas que conozco que tienen relación personal o profesional con China me cuenta de su interés por este país. De un interés que ya era anterior a su vinculación actual. China les interesaba, me cuentan unos, por su sofisticada cultura y milenaria civilización. A otros, me decían, lo que realmente les sorprendía desde ya los años ochenta era el cariz que estaba tomando el impulso reformador de gobierno chino y que acabaría, en las décadas siguientes, tomando forma en un desarrollo de dimensiones -y rapidez- históricas nunca visto con anterioridad. Un tercer grupo entró en contacto a través de vínculos familiares que les impulsó a conocer y profundizar en todo lo que significa China, su historia y su futuro. De todos ellos, cuando me los encuentro y escucho, siento envidia porque a mí, la verdad, China -más allá de lo que viene a ser “culturilla general”- no me ha interesado nunca nada.
Nunca hasta que, a principios de la década de los 2000, documentándome para un artículo llegué a la conclusión que lo que estaba ocurriendo en el Mundo Chino era de tales proporciones y tendría tal influencia en nuestras sociedades que tome la decisión de hacer de este Espacio -geográfico, cultural, histórico, político…- el objeto de mi profesión. Bueno, tampoco voy a exagerar…en realidad, al principio, solo quise tomar un pedacito de la tarta: la historia del presente y dentro de ella, especialmente, las relaciones entre España y China, lo que, naturalmente, me obligaba también a abarcar las dinámicas de Taiwán. En verano de 2014 me doctoraba con una tesis que bajo el título “España y China. Del reconocimiento a la alianza estratégica (1973-2005)” estudiaba el periodo en el que se fraguó el modelo de relaciones que actualmente se dan entre los dos Estados. Lo mejor de esa experiencia fue, de un lado, que Josep Fontana accediese a escribirme el prólogo y que fuera en la colección “China Contemporánea” de Bellaterra, la para mi más importante colección en castellano de textos relacionados con la China del presente, donde la monografía viera la luz. Del otro, sin duda, la toma de conciencia de que, para intentar entender y aprehender el presente del Mundo Chino es necesario ir hacia atrás en su historia. El presente aparece así solo como una especie de punto que establece conexiones sistemáticamente con el pasado y nos ayuda, de alguna manera, a entender cómo mira China (pero también las sociedades de Hong Kong, Macao y Taiwán) al futuro. Soy consciente que esto último suena a tópico, pero es una delicia para un historiador. Al tiempo, y aunque esto solo es un apunte lateral, pienso que las lecturas que se hacen desde Occidente de la sociedad china (o taiwanesa) como sociedades confucianas no ayudan a entender sus dinámicas modernizadoras. En mi opinión, totalmente intrascendente, la importancia de la herencia confuciana -o legista que parece ahora un atributo más de moda- es igual de importante que la herencia grecolatina o judeocristiana en las sociedades Occidentales y no creo que, en Beijing o Taipéi, cuando estudien o comenten nuestra cultura de negocios o la forma en la que nos relacionamos lo hagan desde ese prisma.
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Sea como sea, otro aspecto del que tomé conciencia fue de la necesidad de aproximar la realidad de China a la sociedad. Este es sin duda uno de los graves problemas que tiene España (e intuyo que también el resto de países de América Latina) para poder establecer vínculos profundos con el Mundo Chino, pero también con el área de Asia-Pacífico. Ni las Administraciones públicas tienen una estrategia de largo plazo dotada de los recursos humanos y materiales necesarios, ni el sistema educativo -con excepción de cierto pequeño número de universidades- presta suficientemente atención a Asia, los medios de comunicación carecen de personal formado y consecuentemente los ciudadanos y las empresas tienen profundas carencias sobre que está pasando en Asia-Pacífico en general y en China en particular. Todo ello con importante impacto en la competitividad de nuestra economía y por tanto en nuestras sociedades. Hay que tener en cuenta que Asia-Pacífico es la región económica más dinámica y de mayor crecimiento del planeta y, entre otros aspectos, esto se debe a la emergencia de China. Pero no solamente. Junto al gigante asiático convergen los tigres asiáticos, Japón, Estados Unidos y una ASEAN ascendente.
Este convencimiento de contribuir a la divulgación de la realidad sobre el Mundo Chino me ha llevado a impulsar pequeños proyectos de compromiso y divulgación en el pasado y, desde 2021 la Fundación Qili, una pequeña entidad auspiciada por la consultora HERRERA ZHANG, una -también pequeña- firma boutique especializada en el Mundo Chino que, junto a mis socio Xiaojie Zhang, cofundé a finales de 2016 (ya, ya sé que no nos van a dar el premio a la originalidad creativa en cuanto a nombres de empresa se refiere). La consultora y la fundación tienen vasos comunicantes y, en muchas ocasiones, las personas interesantes que tengo oportunidad de conocer en el mundo de la empresa después contribuyen con su valiosa experiencia y testimonio en las actividades de la fundación. Para todos ellos solo puedo tener palabras de reconocimiento. En mi trabajo, ayudando a empresas de Iberoamérica y del Mundo Chino a establecer relaciones valiosas y vínculos duraderos, me ha ayudado infinitamente mi labor como investigador y docente. Sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria que dirían los clásicos. Esto es un poco lo mismo y por eso trato de mantener una actividad que podríamos resumir en la fórmula I+C+D o, lo que es lo mismo, Investigación, Consultoría y Docencia.
Un apunte para terminar. Después de más de 15 años dedicado profesionalmente a las relaciones entre España (y en menor medida a América Latina) y el Mundo Chino una de las cosas que más me llaman la atención es la proliferación de “expertos” en China. Tienen un perfil inconfundible. Sus artículos rebosan cierta “autoridad”. Siempre pienso lo afortunados que son en sus certezas porque, frente a semejantes alardes me tengo que conformar -y ya soy feliz con eso- con saber lo mucho que no sé. |