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Antigua cosmología correlativa china: esencia de una forma de pensar
Por Julio López Saco
Publicado en febrero de 2024
Historia y Sociedad // Nº 18, junio, 2024
La cosmología, como armazón de concepciones y relaciones, es un sistema de correlaciones que se fundamenta en parejas interrelacionadas, como el yin y el yang (yīnyáng, 阴阳), en cuartetos, como los puntos cardinales, en quintetos, en función de las Cinco Fases o Wu Xing (wǔxíng, 五行), octetos, como los ocho trigramas (bā guà 八卦, ocho estados de cambio) o en grupos de nueve, en relación a las divisiones celestes y terrenales, y por ello, se configura como un mecanismo ordenado y ordenador de correspondencias entre diferentes dominios de la realidad universal, haciendo correlativas las vicisitudes y normas humanas o, incluso, su composición (cuerpo humano, comportamientos, moralidad), el orden socio-político y económico, así como los propios cambios históricos con las categorías cósmicas: tiempo, espacio, circuito estacional, fenómenos de la naturaleza, astros, etc.
Conocida en China asimismo como doctrina de la interrelación entre el Cielo y el Hombre, es un sistema que trata de buscar las homologías entre la naturaleza y el ser humano, sirviendo de mecanismo de control de la civilización de la humanidad en su estrecha asociación con el ritmo y los patrones propios de la naturaleza. Se estaría delante de una visión no científica y mágico-religiosa pero que tuvo un inusitado éxito en la China imperial a lo largo de su desarrollo histórico.
Estamos en presencia, por lo tanto, de una antropocosmología, en la que los procesos humanos de toda índole encuentran en la naturaleza una correspondencia. Este carácter o pensamiento correlativo no es exclusivamente chino, y puede remontarse, muy probablemente, a los principios de la humanidad, puesto que es un mecanismo que, como recuerdo del pensar mítico, se usa en nuestro lenguaje habitual, y es el modo en que se establecen identidades entre algunas sociedades arcaicas actuales. El sistema de cosmología correlativa se vinculó, así, a la emergencia de las reivindicaciones de auto divinización, según la cual los espíritus controlarían los fenómenos naturales y serían asimilados a los humanos, en especial a los emperadores, con sus pretensiones teomórficas. Su remoto origen estaría en la experiencia chamánica y en la asunción de la continuidad entre Cielo y Tierra a través de un axis mundi, y entre el Cielo y la humanidad, cuyo intermediario sería el adivinador, el astrólogo, el oficiante, y posteriormente, el emperador. Desde un ángulo filosófico sería la expresión del continuum entre el microcosmos humano y el macrocosmos universal.
La práctica extática, de unidad, entre el chamán y la divinidad, como arcaica experiencia de la cultura china, pudo ser, por consiguiente, el sustrato fundador de la cosmología correlativa, la expresión y la rememoración de tal experiencia. No obstante, el recuerdo chamánico sería disciplinado, rutinizado y burocratizado hasta casi anularse; es decir, sería sometido a un proceso de racionalidad. No se olvide que el pensamiento chino de la antigüedad no buscaba, como objetivo, esclarecer lo absoluto del Ser, pues no necesitaba encontrar aquello que lo fundaba o generaba, sino lo que podía explicar comprensivamente cómo la multiplicidad diversa de objetos y seres, las Diez Mil Cosas (Wànshì, 萬事), funcionaba gracias al impulso, único y totalizador, del Universo, de modo que la preocupación metafísica se deslizó hacia la cosmológica. El pensamiento cosmológico chino, por supuesto más simbólico que cognitivo, pretendía reflejar en el mundo de los hombres un equilibrio uniforme y continuado que se fundamentase en el curso natural de las cosas. Se trataba de una visión del mundo, de tendencia holística y de estructuración mítica, que priorizaba la regularidad, el equilibrio, la armonía en el Universo y que, siguiendo los principios de la correlación, propiciase que el ser humano leyese y comprendiese en el Cosmos los principios estructuradores de la sociedad y las líneas conductuales que debían seguirse, con lo que el Cosmos acabará siendo el propiciador o condicionador de los valores morales, y no la subjetividad humana, tal y como el pensamiento racionalista comenzó a destacar de forma preeminente en Occidente. En este sentido, el pensar cosmológico vivenciará al estado como natural y al político como un organismo. La ideología de los dinastas Han (Hàncháo,漢朝), presentada, por ejemplo, por Dong Zhongshu (董仲舒, siglo II a.e.c.), que fundamentaba el ordenamiento socio-político jerarquizado en la regulación natural del Cosmos, donde los cimientos del poder eran de índole cósmica, reglamentó que el orden de subordinación y dependencia de las cinco relaciones humanas confucianas se vinculasen al orden cíclico de las Cinco Fases. Éstas se imbricarían, así, en relaciones múltiples: con las constantes de la ética confuciana, los Cinco Clásicos (wǔjīng,五經), los cinco períodos de la antigüedad china o los cinco aspectos elementales de la naturaleza humana, conformando una cosmología teleológica.
Wu Xing, vinculado a los Cinco Emperadores (Wǔdì, 五帝) y a las Cinco Virtudes (Wǔ dé, 五德, confucianas), pudiera estar vigente desde comienzos del Período de Primavera y Otoño (Chūn qiū shí dài, 春秋時代), cuando los duques de Qin (Qín, 秦) (2), al hacerse señores feudales autónomos, instituyen el culto al ancestro Chao Hao, asimilado al emperador o Di blanco (emperador Ku, Dì Kù,帝嚳, descendiente directo del emperador amarillo, Huángdì, 黃帝), con un santuario de nombre “lugar sacro occidental”. Más tarde, para lograr la protección de las divinidades de los territorios que dominan, instituyen los cultos al emperador verde (Cāngdì, 蒼帝), amarillo y rojo (Yandi, 炎帝o Chidi, 赤帝). Las cualidades naturales de los elementos serán el fundamento de las cualidades humanas, virtudes y principios ético-morales. Las relaciones entre los agentes o elementos se han presentado también de forma antropomorfa: el que engendra al siguiente es la madre, el engendrado, su hijo, de modo que las imbricaciones toman la apariencia de relaciones humanas de parentesco. En términos generales, este sistema de correlación simbólica que clasifica cosas en categorías opera de modo análogo a la magia simpatética, a modo de contagio. |
La tabla correlativa de asociaciones podría completarse, además, con las Cinco Purezas, la luna, el agua, el pino, el bambú y el ciruelo, con los Cinco Dones, esto es, la riqueza, la longevidad, la virtud, la paz espiritual y la vida ajena a las enfermedades corporales, con las cinco notas musicales, Gong, Shang, Jiao, Zhi y Yu (宫,商,角,徵,羽, respectivamente) y, en una síntesis con los preceptos budistas, con las denominadas Cinco Prohibiciones: no matar, no robar, no ser codicioso, no beber licores (por lo tanto, no emborracharse) y no degustar carnes. La asociación de los gustos a los elementos puede responder a procesos naturales y químicos: por ejemplo, la vinculación de lo dulce a la tierra podría deberse al gusto dulce de los cereales y a que en la tierra se encuentra la miel, mientras que la asociación de lo salado con el agua puede sugerir primitivos experimentos acerca de la cristalización.
Con los Zhōu (周), momento en que se había instaurado y consolidado una visión antropocósmica sustentada en fecundas especulaciones de la época de los Reinos Combatientes (Zhànguó Shídài,戰國時代), seguía habiendo fuertes vínculos entre lo divino y lo humano, pero cambiaron las relaciones, que ahora legitimaban, como nunca antes lo habían hecho, el orden socio-político: mientras con los gobernantes Shāng (商) el rey era el sacerdote principal para los dioses o ancestros del clan, el Mandato del Cielo (tiānmìng, 天命) convierte al soberano en fiel ejecutor de tiān (天) (2) en la tierra, en una correspondencia macro-microcósmica que legitimaba y justificaba el ordenamiento social. El Cielo se establece como el auténtico paradigma del orden y la armonía, un ethos inspirado por una idea metafórica arcaica acerca de la estrecha comunión entre los reinos sobrenatural y terrenal, aunque ahora cargado de poderosas valencias morales. De este modo, la cosmología correlativa, fundamentada en la astrología, se establecería firmemente en China con la emergencia del Estado: la virtud del gobernante sería ahora el sólido soporte frente a las acciones rituales de la Edad del Bronce. La cosmología correlativa vincula horizontalmente fenómenos concretos percibidos en la experiencia ordinaria. En este último sentido, los sistemas correlativos pueden verse, además de cómo un fundamento del poder a través del yin-yang y los Cinco Elementos o Fases, asumidos por cada dinastía en una secuencia de conquista mutua, como una clasificación objetiva y lógica, de carácter estructural y social, necesaria para entender la prolongación en el mundo humano del orden natural. Habría aquí, por consiguiente, una cosmología que define el Cosmos y la sociedad, predominantemente como una monogenética de continuidad. El pensamiento correlativo chino implica, en definitiva, correlaciones simbólicas y no causales, que siguen la lógica que habla de la armonía de correspondencias entre los órdenes natural y humano. Las concepciones que así se expresan no se someten mutuamente, sino que se localizan enfrente unas de otras, conformando un modelo en el que las cosas se influyen inductivamente, en una especie de dependencia existencial. Debe presumirse en esto un trasfondo místico de la participación humana en un Universo entendido orgánicamente, donde todo se combina de modo holístico, en lugar de oponerse irreductiblemente los opuestos de manera dualística: es la unidad del Cosmos, de Dào (道), de la propia divinidad creadora. Un ideal semejante al de la unidad de la vida y su entorno en el budismo (3).
Se trata de un pensamiento organizativo, estructuralmente mítico-religioso, también visible en otros ambientes culturales, como en el del budismo indio, que entiende que existe una concatenación universal de todas las cosas existentes, pratîtyasamutpâda, que pudiera querer excluir, eso sí, en el fondo, una causa trascendente inicial. Esta resonancia (Gǎnyìng, 感應) (4), frente a la causalidad occidental, responde, por consiguiente, al modo cómo los pensadores chinos de la antigüedad se acercaron a la realidad: viendo y percibiendo el mundo como una armonía de múltiples fuerzas que perviven juntas como una compleja sinfonía, de modo perfectamente sincrónico. Notas:
(1) Hubo casi treinta duques en la dinastía Qin. Se podrían destacar, entre los más antiguos, el Duque Xiang 襄公 y el Duque Wen, 文公 o el Duque Mu, 穆公; y entre los más recientes, el Duque Xian, 獻公o el Duque Xiao, 孝公. (2) Tiān es un habitual término que hace referencia a Cielo, concebido, en época Zhou, como una abstracción impersonal, así como la divinidad suprema. Es bastante probable que Tien aglutinase al antiguo dios o ancestro principal del linaje real Shang, llamado Shangdi. En consecuencia, el gobernante Zhou era Tienzi o Hijo del Cielo, y debía seguir la voluntad de aquel, que decreta la conducta que debe adoptar el gobernante en su gobierno y en su relación con los súbditos. Tien es la naturaleza activa que se contrapone, de modo armónico y equilibrante, a la pasividad terrena. (3) No obstante, el Pratîtyasamupâda budista, originación dependiente y condicionada, señala que todo se origina de modo dependiente por relaciones de causa y efecto. (4) Gǎnyìng es un término que se aplica, en efecto, a resonancia. Se trata de un concepto clave en el seno del pensamiento chino que explica el proceder del pensamiento correlativo, de asociación y vinculación espontánea, casi sinérgica, de las cosas. Es un particular mecanismo de acercamiento a la realidad, a través de la observación y percepción del mundo como múltiples fuerzas, sustancias, objetos, situaciones, naturales y físicas, que conviven juntas de modo armónico, sincrónico y equilibrado. Una especie de concatenación cósmica de todas las cosas existentes en el mundo sin que entre ellas exista una necesaria relación de causa y efecto, si bien no se descarta una suerte de causa inicial unitaria, original y primigenia, fuente de todo. |