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Chanzu: La nobleza, la belleza, la sensualidad y el dolor en la tradición del pie de loto
María Fernanda De la Peña Juárez
Arte y Cultura // Nº 1, Septiembre, 2019
Hijos varones os nacerán, sobre la cama les acostaréis,
con faldones les vestiréis, con tablillas de jade les divertiréis. Sus lloros fuertes y vibrantes serán.
Rojas calzas en sus piernas brillarán,
casas de reyes y emperadores fundarán.
Hijas os nacerán, sobre el suelo las acostaréis,
con paño las vestiréis, con un huso de barro las divertiréis. No desobedecerán ni descuidadas serán,
del alcohol y los manjares se ocuparán,
ninguna desdicha a sus padres causarán.
--Shijing o El libro de los Cantos.
Regresar a la historia de las antiguas tradiciones no sólo nos sirve para emprender viajes maravillosos en el tiempo, sino para explicar, comprender y valorar el presente. Hoy en día un breve vistazo a las complejas costumbres que engloban los cánones de belleza a lo largo del mundo y en diversas culturas, nos llevaría a entender que a lo largo del tiempo y hoy en día, la belleza se construye de maneras diversas y sumamente dolorosas.
Diversas culturas han considerado lo bello desde distintas perspectivas, modificando el cuerpo y las costumbres estéticas a lo largo del tiempo, hoy nos adentraremos en la China imperial del siglo X para encontrar una práctica que nos permite ejemplificar el binomio belleza- dolor y encontrarnos con un horizonte cultural sumamente complejo; el vendaje de pies o chanzu. También llamados como pies de loto, esta práctica surgió en la Dinastía Song, si bien es increíble que este fenómeno cultural que siguió manifestándose hasta principios del siglo XX no tenga un punto de partida específico, la versión más popular sobre su origen se encuentra en la leyenda del emperador Li Yu perteneciente a la Dinasía Tang. La historia relata que: Li Yu, hombre de letras y poesía, tenía en su palacio una cortesana llamada Yin Niang que era muy bella y destacaba en el arte del baile. Li Yu pidió que moldearan una flor de loto de oro de seis pies de alto (1,828 m), adornada con joyas y perlas, y ordenó a Yin Niang vendar sus pies con la ayuda de una faja de seda para que adoptaran la curvatura de la luna nueva. Pidió entonces a la cortesana que se pusiera medias de seda de color crudo y bailara sobre la gran flor de loto. Ella lo hizo. El emperador se enamoró locamente de ella al verla bailar. A partir de entonces, todas las mujeres del palacio quisieron imitarla y la práctica se extendió de forma progresiva entre las clases populares. (Dalin, 2010, p. 166) Poco a poco esta acción salió de las paredes del palacio imperial llegando a todos los confines del dominio de la dinastía, generando una cultura de belleza, sensualidad y nobleza que giraba en torno a la apariencia de los pies. Es así que la importancia del vendaje de pies que surge con el caso de la bailarina Yin Niang se esparce a lo largo del imperio; desde las escuelas de danza y las casas públicas de cantantes, hasta las mujeres nobles que únicamente buscaban insertarse dentro de los criterios de belleza que se habían arraigado en la sociedad. Si bien en sus inicios vendarse los pies surgió como un práctica voluntaria esto cambió con el tiempo, cuando los conocimientos en medicina de la época mostraron que la modificación del pie era más efectiva durante el periodo de desarrollo; es decir durante la infancia. De esta manera obtener los pies de loto implicaba sufrir un tormentoso procedimiento en el cual las involucradas no podían disponer del sufrimiento que estaban por vivir, sino que eran sus madres y abuelas quienes decidían por ellas; siempre tomando en cuenta la importancia de este elemento para el disfrute masculino y los beneficios que le traería a la niña cuando esta llegara a la adultez. Los pies eran deformados mediante técnicas y tratamientos sumamente dolorosos, que significaban para las niñas de 3 o 4 años la renuncia a su movilidad, su libertad y a una vida sin dolor para tomar la responsabilidad de un futuro prometedor como mujeres. El proceso era sumamente doloroso, las niñas eran sometidas a tratamientos que implicaban en un inicio tomar sustancias y preparados que aseguraban ablandar los huesos paulatinamente. El chanzú debía ser realizado a edades muy tempranas, esto debido a que por un lado las niñas ya eran capaces de caminar bien por su cuenta y por el otro, porque los huesos eran menos rígidos al encontrarse en la etapa de formación.
El día de la deformación las uñas eran cortadas y los pies masajeados, tras esto los huesos de los dedos eran rotos y reacomodados por debajo de la planta del pie, rompiendo de igual manera el empeine, para dar forma a muñones de pequeño tamaño que eran automáticamente vendados con la mayor fuerza posible para evitar que el pie regresara a su forma original. Durante el proceso el tamaño que se buscaba obtener eran los 7 centímetros de largo, ya que esta era considerada la medida ideal dentro de los estándares de belleza. Una vez terminado el procedimiento las niñas eran obligadas a caminar automáticamente, aguantando un dolor sumamente intenso junto a la incomodidad de forzar sus extremidades a seguir en funcionamiento a la manera habitual, para evitar perder la capacidad de andar en pie. Los días posteriores se sometían a curaciones donde se buscaba evitar las infecciones y apretar lo más posible el vendado para reducir el tamaño y pulir la forma, esto con la finalidad por un lado de calzar adecuadamente los pequeñísimos y finos zapatos bordados, y por el otro de conseguir la manera de andar adecuada que daba a relucir al resto de la sociedad su estatus noble al tener los pies de loto. Sin embargo el tormento no terminaba con el paso de los días o los años; junto con los continuos calambres que las acompañarían de por vida, se corría el riesgo continuo de padecer infecciones o gangrena en los pies; no sólo por la fractura, la cual generaba heridas en la piel al forzar la forma del hueso, sino además por las uñas, las cuales debían ser cortadas lo más posible, habiendo ocasiones donde se optaba por retirarlas por completo para evitar que interfirieran con el proceso. Un ejemplo sobre la forma en que esta práctica era llevada a cabo es la novela de Li Ruzhen; "Reflejos fugitivos en un espejo". Escrita durante la dinastía Qing (1644-1912) nos presenta el caso de Lin Zhiyang, una mujer que es sometida al vendado de pies con el propósito de convertirse en cortesana imperial; los dolores y martirios que padece durante el proceso del chanzu la hacen implorar por su muerte para posteriormente orillarla a retirarse los vendajes, llevándola a ser brutalmente castigada por sus padres. Los huesos tardaban años en sanar, en ocasiones no lo hacían por completo y generaban heridas en la piel que debían ser soportadas en el momento en que volvían a caminar; sobre todo en la adolescencia durante el periodo de desarrollo. El tipo de lesiones que traía consigo la deformación de los pies llevaron a las mujeres a padecer de mala circulación, habiendo casos en donde el pie se necrosaba y podía llevarlas a estados de salud sumamente delicados en los que podían perder las extremidades o incluso la vida. Pero ¿por qué esta costumbre tan dolorosa obligo a las madres durante casi diez siglos a condenar a sus hijas a este tipo de tormento?. La importancia de esta práctica dentro de la sociedad China se manifestó en todos los sectores nobles y eruditos, aumentando así la importancia de continuar con esta dolorosa tradición, un ejemplo de esto se puede encontrar en la producción poética de Su Dongpo, un gran erudito perteneciente a la dinastía Song: Perfumada, baila abalanzándose; sus pequeños pies parecen elevarse sobre una ola; se siente el aire de su cuerpo que se desplaza y revolotea; calzada con pequeños botines, hace gala de la seguridad propia de una dama de palacio; cuando se endereza, sus pies le infligen un dolor y su belleza responde al sufrimiento; ¡quién la tuviera en la palma de la mano! La práctica del chanzu es sumamente compleja debido a que no sólo se relaciona bajo términos estéticos, el tamaño de los pies llegó a significar la posibilidad de un futuro prometedor para las mujeres chinas convirtiéndose en la parte más importante del cuerpo; los pies aseguraban un buen matrimonio, la pertenencia a una clase social alta y se consolidaron como un símbolo de erotismo. Por un lado los pies de loto se convirtieron en sinónimo de nobleza ya que una mujer con los pies vendados era incapaz de ayudar en el campo o de dedicarse a labores más complejas debido a su escasa y limitada movilidad, por lo cual el chanzu se consolidó como una práctica exclusiva para las mujeres pertenecientes a familias acaudaladas; esto debido a que forzaba a las mujeres a llevar una vida de ocio que les permitía únicamente cultivar las labores domésticas consideradas refinadas; como el cuidado parcial de los niños (que eran encomendados a las sirvientas y las nanas), el tejido, la administración del hogar, la supervisión de los sirvientes, etc. |
Las mujeres que nacían en circunstancias económicas limitadas no podían tener acceso a la deformación de pies, ya que se veían forzadas a ayudar al padre o esposo en sus labores; sin embargo no ser candidata para sufrir este dolor no era un alivio para la mayoría sino una limitante para mejorar su futuro. De la mano de la belleza los pies de loto aseguraban llamar la atención de los hombres pertenecientes familias nobles y económicamente fuertes, entre más pequeño fuera el pie más atractivo era y más probabilidades se tenía de asegurar una mejor alianza.
El ideal que se generó entorno a los pies dentro del sector masculino los llevó a la idealización de esta parte del cuerpo: Algunos establecieron ingeniosas clasificaciones que servían para describir las diferentes formas de pies vendados. Para calificar tales muñones, había un repertorio de más de cincuenta y ocho expresiones, ordenadas en cinco formas: pétalos de loto, luna nueva, bóveda armoniosa, sombra de bambú y castaña de agua (formas fundamentales que permitían determinar las dieciocho categorías de pies vendados). Además se distinguieron <tres calidades>: los pies regordetes, los pies ligeros y los pies perfumados, y se estableció una escala del uno al nueve que iba de lo ordinario a lo sublime... (Dalin, 2010, p. 172 Las mujeres de ascendencia noble no tenían permitido mostrar sus pies ni consentir que estos fueran tocados por un hombre que no fuera su marido, esto era considerado una falta de respeto grave que podía poner en juego la castidad y la pureza de la mujer. Por ello era únicamente después de contraer nupcias que el hombre adquiría el derecho a tocar los pies de la mujer; esto debido a la gran carga sexual que adquirieron asociándolos a un elemento de sensualidad y erotismo. De esta manera los pies adquirieron un valor sexual casi equiparable al de los genitales, su importancia fue tal que el acto sexual solía iniciarse cuando el hombre tocaba los pies de una mujer; si ella consentía esto automáticamente accedía a intimar con él. Es en los libros de alcoba (que funcionaban como una especie de guías sexuales para los amantes), en los manuales sobre sexo y en la mayor parte de las obras literarias, donde se expone el valor de los pies entendidos como elementos que alimentaban el erotismo: Si un hombre tocaba los sernos de una mujer o sus nalgas, este gesto se justificaba o perdonaba como un error accidental, pero no se aceptaba disculpa alguna en el caso de que tocara sus pies, y tal error conducía, sin duda, a las complicaciones más serias. (Van Gulik, 2005, p. 371) Sin embargo los pies de loto sumamente lastimados, tenían una apariencia poco agradable no sólo por la forma, sino también por las heridas que podían tener, las cuales venían acompañadas de un mal olor; es de esta manera que el uso continuo de los zapatos de loto se convirtió no solo en un capricho por sus elegantes bordados y sus elevados precios, sino también en una necesidad. Igualmente fue de gran importancia cambiar los vendajes y limpiar los pies continuamente, lo cual conllevaba un tormento para las mujeres.
La práctica del chanzu se consolidó como una parte sumamente importante del matrimonio, no sólo por su gran atractivo sexual sino además, por la imagen que daban al resto de la sociedad sobre el marido; tener una esposa con los pies vendados reflejaba la posición social del hombre, daba constancia de su poder y de la abundancia económica que poseía. Una esposa cuya movilidad estaba limitada era sinónimo de una mujer sumisa y obediente, cuyas acciones estaban controladas y aseguraban un comportamiento comparable al estatus de su esposo. Lo anterior fue sumamente importante durante la China imperial puesto que significaba acatar las normas establecidas por las enseñanzas confucianas; las cuales regularon el comportamiento y el orden de la sociedad hasta el establecimiento del régimen comunista. La importancia de la obediencia, la sumisión y la apariencia se explica mediante el seguimiento de las tres obediencias y las cuarto virtudes que toda mujer debía acatar para ser considerada digna: Las tres obediencias son: 1) obediencia al padre y a los hermanos mayores cuando se es joven; 2) obediencia al esposo cuando se casa, y 3) obediencia a los hijos varones al enviudar. Las cuarto virtudes son: 1) la virtud femenina, 2) el habla, 3) la apariencia, y 4) las labores del hogar. (Lien Tan, 2005, p.380) El vendado de pies ha sido entendido de diversas maneras, y entorno a esta práctica se han generado múltiples explicaciones a lo largo del tiempo, algunas de ellas consideran, entre otras cosas, que el tamaño de los pies respondía de manera proporcional a la estrechez de la vagina, o a la fortaleza y redondez de los muslos; de igual manera se ha considerado que esta costumbre respondió únicamente a fines fisiológicos y que puede ser explicado desde el fetichismo. Sin embargo estudios más recientes sobre el papel de la mujer en la historia de China señalan que: En el fondo, el vendaje de los pies también se puede interpretar como un burdo mecanismo para dificultar la movilidad, o incluso, en último extremo, la ya de por sí improbable huida de las mujeres, que se veían así confinadas en el interior de los muros de la casa. Un sutil y doloroso modo de control que las convertía en seres totalmente dependientes de los varones. (Fisac Badell, 2012, p. 24) Sin embargo la forma en que esta práctica fue entendida y consolidada responde a una serie de cambios históricos y contextuales. El chanzu no se caracterizó por ser una tradición continua e inmutable a los cambios contextuales del momento, ya que hubo más de un intento para desaparecer esta práctica durante el cambio de dinastías y el establecimiento de edictos imperiales por considerarla una práctica bárbara; Kang Youwei en 1883 proclamó la prohibición de los pies vendados, esta prohibición se extendió de la mano de Kang Guangren en 1885, sin embargo el chanzu continuó llevándose a cabo. La dinastía Qing, el último periodo imperial en la historia de China, también busco eliminar el vendaje de pies al considerarla una costumbre obsoleta y anticuada, y si bien dejo de practicarse en los sectores sociales más altos y en las regiones chinas que estaban en mayor contacto con occidente, esta práctica continuó en las regiones más rurales. No fue sino hasta el establecimiento de la República Popular China en manos de Mao Tse Tung, que esta costumbre llegó a su fin, con la prohibición total de continuar con las antiguas tradiciones que impedían a la nación progresar y la situaban dentro de la barbarie; una de ellas la práctica del chanzu. Las niñas y adolescentes pudieron crecer exentas de este dolor, para el alivio de sus madres y abuelas que en su mayoría aún tenían los pies vendados. Un interesante testimonio del cambio generacional que influyó en la manera en que se constituye el papel de la mujer china en la actualidad señala que: Las mujeres eran propiedad privada de sus esposos, no tenían ningún derecho de vivir su vida y seguían practicando una costumbre que dañó a las mujeres durante siglos y siglos: el vendado de pies, que consistía en colocar una venda ajustada a los pies de las niñas para impedir el crecimiento de sus extremidades inferiores y, supuestamente, estilizarlas. Mi abuela lo sufrió, y tenía los pies deformados. Así pasó toda su vida, callada, trabajadora y sufrida. Nunca se le escuchó quejarse pues creía que lo que le sucedió era normal y debía hacer lo que se le ordenaba y prescribía. (Yan Yan, 2013, p. 147) Analizar la práctica del chanzu nos lleva a reflexionar en torno a cómo se construyen los cánones estéticos y como estos han modificado, y continúan haciéndolo, la realidad de las mujeres a lo largo del tiempo y las naciones. Sería conveniente preguntarnos si ¿es necesaria la presencia del dolor, la infelicidad y el sacrificio de cualquier persona con tal de llenar estándares de belleza construidos sobre ideales imaginarios? |