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40 años de patrimonio urbano en China: de la destrucción a la recreación
Plácido González Martínez
Historia y Sociedad // Nº 15, Marzo, 2023
La relación entre desarrollo urbano y conservación patrimonial ha estado marcada por el conflicto desde sus orígenes en el siglo XIX. Los intereses políticos y económicos que impulsaron la modernización urbana dejaron tras de sí una impronta de destrucción de la ciudad heredada; desde las grandes demoliciones de París promovidas por el Barón Haussmann entre 1852 y 1870, hasta las políticas de renovación que pusieron en la piqueta las ciudades históricas en China durante las dos últimas décadas del siglo XX y la primera década del siglo XXI.
Sin embargo, la percepción de esos efectos modernizadores ha cambiado con el paso del tiempo. Mientras que, transcurridos más de 150 años, el París moderno de Haussmann adquirió condición patrimonial, la apreciación de lo ocurrido en China queda aún lejos de tal reconocimiento. La generación de arquitectos occidentales educados en los años 90, a la que pertenezco, fue testigo directo de ese proceso de cambio. Formados en un contexto cultural donde la protección del patrimonio se asumía como resistencia necesaria a la modernidad, nos asomamos con pasmo a la desaparición acelerada del tejido histórico de las ciudades en China, tal fue narrada en libros como Pearl River Delta (2001) (1), y en revistas como la holandesa Volume. Dichas publicaciones buscaban provocar ese shock, mostrando a China como re-edición de la tabula rasa propia de Occidente cincuenta años antes, si bien radicalizada por su lejanía geográfica y cultural. Especial impacto tenían las ilustraciones de dichas publicaciones: desde las comparaciones de ‘antes y después’ en situaciones de demoliciones extensivas, hasta la superposición de nuevas infraestructuras sobre frágiles pueblos y barrios, pasando por las famosas imágenes de 钉子户 (dingzihu, casas-clavo) resistiendo hasta el último suspiro en solares vacíos.
En estos términos espectaculares, los medios especializados y la academia occidental instituyeron la percepción de China como lugar donde la conjunción de las administraciones locales y los promotores había relegado convenientemente la conciencia de patrimonio a un papel secundario, a fin de no obstaculizar el flujo de capital sobre áreas urbanas centrales. Desde la perspectiva china, el contexto de gobernanza así obligaba, especialmente tras las reformas que en los años 80 dieron autonomía a los municipios para la administración de sus finanzas (2), que pasaron a depender en gran medida de los impuestos generados por un sector inmobiliario y de la construcción que veía en los barrios históricos un mero amasijo de 老房子 (laofangzi, casas viejas).
La complejidad de este debate dejó fuera la reflexión sobre otras iniciativas, menos espectaculares, de valorización del patrimonio cultural existentes en China, promovidas fundamentalmente desde círculos académicos. La tradición china en la conservación patrimonial moderna, iniciada en la década de los 1920 con Liang Sicheng, hubo de mostrar su resiliencia y resistir el envite modernizador de la 改革开放 (gaigekaifang, Política de Apertura y Reforma), cuyo impacto superó en escala a la destrucción del patrimonio histórico a lo largo de los años de la Revolución Cultural.
A la aprobación de la Ley de Protección de Bienes Culturales de China en 1982, siguieron iniciativas de alcance internacional como las primeras inscripciones de bienes chinos en las listas de Patrimonio Mundial de la UNESCO en 1987, o de carácter más local, como los primeros ensayos por la renovación urbana respetuosa con los centros históricos, entre los cuales destacó el proyecto de Yu’er Hutong, promovido por el profesor Wu Liangyong en Beijing en 1989 (3). Las tornas hubieron de cambiar, y de manera paradójica, la atención al patrimonio construido de China vivió un renacimiento en el contexto de creciente internacionalización previo al cambio de milenio. Como analizan Zhu y Maags en su Heritage Politics in China (2020) (4), o Ludwig, Walton, y Wang en su The Heritage Turn in China (2020) (5), los preparativos para el acceso de China a la Organización Mundial del Comercio, y a continuación, la elección de Beijing como sede de los Juegos Olímpicos de 2008 y de Shanghai para albergar la Exposición Universal de 2010, motivaron una búsqueda reactiva de las raíces culturales de China. De esta manera, las nuevas políticas culturales desarrolladas durante el mandato de Hu Jintao (2002-2012), marcaron un curso diferente en la aproximación al patrimonio construido, que pasó de ser objeto de conflicto a apreciarse como acicate de desarrollo urbano.
Esta nueva orientación ha significado un cambio, si bien lento pero firme, en las estrategias de conservación patrimonial urbana aplicadas en China. Si durante los años 90, en el marco del famoso ‘Plan 365’ de Shanghai que significó la demolición de 365 hectáreas de ciudad histórica, el lema fue el agresivo 拆-改-留 (chai-gai-liu, traducible como ‘primero demoler, segundo transformar, tercero mantener’), a finales de la segunda década del siglo XXI el paradigma cambió por el mucho más conservador de 留-改-拆 (liu-gai-chai, traducible como ‘primero mantener, segundo transformar, tercero demoler’). La ciudad heredada se considera, por tanto, recurso que requiere de un abordaje prudente y meditado, y especialmente consciente con los usos económicos y políticos del patrimonio. En este sentido, las experiencias de conservación del patrimonio urbano en Shanghái han servido de referencia para el resto de China. Para ello, el valor político del patrimonio marcó el objetivo a seguir en el ejemplo paradigmático de Xintiandi (新天地). Ensayo excepcional de las virtudes de la nueva apreciación del patrimonio, el lugar fundacional del Partido Comunista de China, situado en el número 76 de Xingye Road, sirvió de motivador de un nuevo esquema de cooperación público-privada para el desarrollo urbano de inspiración patrimonial del área de Taipingqiao, en la antigua concesión francesa de Shanghái.
Dentro de una operación de más de 1.3 millones de metros cuadrados de edificabilidad, Xintiandi fue concebido como una ‘isla patrimonial’ consistente en dos manzanas históricas de 里弄 (lilong, barrios tradicionales de finales del siglo XIX e inicios del XX), que fueron conservadas parcialmente, y recreadas en su globalidad, como un vibrante escenario comercial contemporáneo que acompañase la memoria de los orígenes del Partido en 1921 (6). |
Estas iniciativas exploran nuevas vías para el crecimiento, en base a la ‘reserva’ de elementos patrimoniales como la residencia de Mao Zedong en Kerry Center; o la primera catedral de Shanghái, San Francisco Javier (8) y uno de los históricos 会馆 (huiguan, o asociaciones comerciales) de la ciudad (9) en Dongjiadu. En estos esquemas, ocupan posiciones de interés comercial o ambiental estratégico, combinando su escala menuda con masivos edificios en altura: un contraste, que tras tres décadas de puesta en práctica es hoy día asumido como parte de la imagen futurista de Shanghái.
Esto ocurre, no obstante, a un innegable coste material, como siguen siendo las demoliciones, y especialmente, el social: el derivado del cambio que dichas intervenciones provocan en las áreas centrales de la ciudad, sustituyendo una población de edad avanzada y modestos recursos económicos, por clases medio-altas y altas, que traen sus nuevos modos de vida y de relación con el espacio urbano.
La operación, liderada desde 1996 por el promotor hongkonés Shui On Group; el Comité Municipal del Partido Comunista en Shanghai y el distrito de Huangpu, fue un éxito mediático: no sólo resolvió la cuestión patrimonial abierta desde los años 50 sobre qué hacer con el entorno urbano del lugar fundacional del Partido, sino que tuvo un efecto multiplicador a lo largo de China, con réplicas promovidas por el mismo promotor en Wuhan (Wuhantiandi); Chongqing (Chongqingtiandi), entre otras ciudades. Desde la inauguración de Xintiandi en 2001 con motivo del 80 aniversario de la fundación del Partido Comunista, y a lo largo de las dos primeras décadas del milenio, la ciudad de Shanghái se ha convertido en un auténtico laboratorio de desarrollo urbano de inspiración patrimonial, con una intensidad y velocidad incomparables en China.
La enorme diversidad de patrimonio vinculando a la ciudad con los orígenes del Comunismo; con el cosmopolitismo de la época de las concesiones; o con el florecimiento comercial de la ‘época dorada’ anterior a las concesiones; ha sido una reserva de capital político y económico que ha cristalizado en operaciones de prestigio como Kerry Center, desarrollado a inicios de la década de 2010 en West Nanjing Road, y Dongjiadu, con finalización prevista en 2023, como prolongación de la extensión meridional del Bund (7). Voces críticas recientes han apuntado a esta situación, empleando frecuentemente el paradigma occidental de la gentrificación, a pesar de las grandes limitaciones que los estudios sociales encuentran en la aplicación de dicho concepto en China (10). Inevitablemente, la pérdida de ese patrimonio tangible e intangible, así como de formas de vida comunitarias, resulta controvertida por las tendencias dispares a interpretarla.
Por un lado, desde los discursos oficiales que la presentan como mal necesario en pos de la mejora de las condiciones de vida de la población y que la celebran como número de 马桶 (matong, escudillas para hacer necesidades) eliminados; y por otro lado, quienes fundamentalmente desde la academia, analizan desde la empatía cómo las clases más desfavorecidas se ven desposeídas de su hábitat (11). El ‘blanqueo’ conceptual de tales estrategias va unido a su valor estético, que, desde las nuevas escuelas neotradicionales de diseño urbano y arquitectónico surgidas recientemente en China, conducen hacia un futuro deliberadamente nostálgico. Éste es el caso de la propia ciudad antigua de Shanghái, 老城厢 Laochengxiang, actualmente en proceso de transformación física y social destinado a recrear, en su baja densidad y diseño historicista, el núcleo fundacional de la ciudad durante la dinastía Ming. Esta vía regresiva, sintomática de un nuevo espíritu de los tiempos más conservador en su tratamiento del patrimonio, se evidencia en otros ejemplos fuera de Shanghái, como en el caso paradigmático de la ciudad de Datong en la provincia de Shanxi, que reconstruyó sus murallas desde 2008 (en una insólita iniciativa narrada en el documental The Chinese Mayor, de 2015) o el aún más radical y fascinante de la ciudad de Shaoxing en la provincia de Zhejiang, donde como resultado de una iniciativa por recuperar el ‘perfil tradicional’ de la ciudad, el gobierno municipal aprobó en 2019 un plan para la demolición de 178 edificios de altura superior a 6 plantas en su centro histórico. Bajo este paradigma, no son las grúas, sino las excavadoras que eliminan día tras día plantas de edificios, las que anuncian un nuevo brillante futuro para la ciudad tradicional china: un decrecimiento controlado y armónico, que les confiere nueva vida contenidas en una fisonomía ideal. Notas:
(1) Bajo este paradigma, no son las grúas, sino las excavadoras que eliminan día tras día plantas de edificios, las que anuncian un nuevo brillante futuro para la ciudad tradicional china: un decrecimiento controlado y armónico, que les confiere nueva vida contenidas en una fisonomía ideal. (2) Wu, F. (2003) Globalization, place promotion and urban development in Shanghai. Journal of Urban Affairs, 25 (1), 55-78. (3) Wu, L. (1991). Rehabilitation in Beijing. Habitat International, 15 (3), 51–66. (4) Zhu, Y., and C. Maags. (2020). Heritage Politics in China: The Power of the Past. London: Routledge. (5) Ludwig, C., Walton, L. and Y. W. Wang (2020). The Heritage Turn in China: (Re)invention, Dissemination and Consumption of Heritage. Amsterdam: Amsterdam University Press. (6) González Martínez, P. (2019) From Verifiable Authenticity to Verisimilar Interventions: Xintiandi, Fuxing SOHO, and the Alternatives to Built Heritage Conservation in Shanghai’, International Journal of Heritage Studies, 25(10), 1075-1092. (7) Den Hartog, H., González Martínez, P. (2022). Redefining heritage values in urban regeneration: The creation of new identities in the context of Shanghai’s quest for globalism. Habitat International 126, 102601 https://doi.org/10.1016/j.habitatint.2022.102601. (8) Como curiosidad, la iglesia fue diseñada por el jesuita español Juan Ferrer, y construida entre 1847 y 1853. (9) Los huiguan funcionaban como base para los comerciantes provenientes de diferentes regiones de China, generalmente con sus propios dialectos y tradiciones culturales. Los de mayor tamaño incorporaban funciones como almacenes y muelles de carga, así como funciones comunitarias como escuelas, teatros o templos. (Denison and Guang, 2006; Moll-Murata, 2008). (10) Tomba, L. (2017). Gentrifying China’s Urbanization? Why Culture and Capital Aren't Enough. International Journal of Urban and Regional Research 41: 508-517. https://doi.org/10.1111/1468-2427.12494. (11) Knyazeva, K. (2015) Shanghai Old Town: Topography of a Phantom City. Volume I: The Old Docks. Suzhou Creek Press. |