Aspectos ecológicos en la pintura de Montaña y Agua
por Belén Dorado Marín de Espinosa
Arte y Cultura // Nº 17, Septiembre, 2023
Cuando Mateo Ricci arribó a la China de los emperadores, quedó fascinado por lo diferente de todo cuanto veía a su alrededor, y comenzó la ardua tarea de comprender el universo que estaba ante sus ojos.
Ricci aprendió la lengua de los mandarines y pudo adentrarse en los textos propios de la cultura china, en los tiempos que le tocó vivir, cuando Europa dominaba el mundo conocido y las expediciones hacia nuevos lares estaban en su auge.
Huang Guangwang (1269 - 1354)"Casa en las Montañas Fuchun", (primera mitad de la obra)
Mateo Ricci se enfrentó a la cultura china siempre desde su visión de europeo, sin olvidar ese etnocentrismo tan en boga en ese momento, y no dudó en comparar todo lo que observaba en el Reino del Centro con Europa.
Ante este escenario, el italiano obvió la grandiosidad de la pintura china, en ese afán por comparar la pintura que conocía; caracterizada por los volúmenes, las líneas rectas, un único punto de fuga y el horror vacui, y lo motivó a afirmar que la pintura china estaba carente de fuerza y que no llegaba a expresar nada, como sí lo hacía la pintura europea, o como decía él mismo: "los chinos hacen amplio uso de la pintura,… pero al hacerlo no adquieren las habilidades inherentes a los europeos. Nada saben sobre el arte de pintar al óleo o sobre el uso de la perspectiva y, como resultado, sus pinturas carecen de vitalidad" (1).
Mateo Ricci erraba con sus afirmaciones con respecto de esta manifestación artística ya que precisamente la grandiosidad de la pintura china es que está imbuida en el halo del taoísmo filosófico y, llamada de Montaña y Agua (2), su fuerza vital radica en tener Qi, como la habilidad por captar en la naturaleza, los cambios de sus estaciones, la concordancia de los elementos y el vacío que todo lo inunda y da sentido a lo creado, pero lo más importante de todo: la pintura china de montaña y agua estaba concebida para plasmar, no las formas de las cosas que existen, sino la relación que éstas mantienen entre sí y como parte de un todo.
Guo Xi, "Primavera temprana", Song del Norte, 1072, conservado en el Museo Nacional de Taipei
Una pintura china de Montaña y Agua está inmersa en el aura del Qi, el aliento primero, como se refiere en el Yi Jing (3), alma de todas las cosas y elemento imprescindible para que una pintura sea de buena calidad. El Qi de los elementos, la energía que hace que las cosas estén vivas, en una pintura china está presente, es palpable… pero es una tarea que corresponde descifrar al espectador, haciendo de la pintura una conversación, un elemento de comunión entre el pintor, la escena representada y el propio espectador.
Como afirma Chántal Maillard (2000): "Para pintar un paisaje, el artista habrá de contemplarlo hasta lograr captar su espíritu y poder proyectarlo en la seda o el papel de tal manera que aquel que contemple después la pintura pudiera reconocer el espíritu que alentó el objeto" (4).
Lejos de pretender ser una mera copia de la realidad, los pintores chinos, tras meditar en el paisaje natural, tras observar lo que les rodea, tras estar en plena comunión con el entorno, son capaces de almacenar en su mente todo aquello que aconteció mientras observaba la naturaleza. Contemplar una pintura china es adentrarnos en el universo del pensamiento chino, donde la triada de ser humano, naturaleza y universo se encuentra reflejada, siendo que la pintura puede ayudar a encontrar la unidad con el cosmos.
Incluso el hecho de contemplar una pintura china difiere de nuestra forma de hacerlo donde la escena siempre va acompañada de un punto de fuga único, donde los elementos se mueven en relación a la figura principal, donde los volúmenes de las cosas se mantienen fieles a su forma, como si de una fotografía se tratase, y donde la naturaleza quedó relegada, hasta finales del XVIII y principios de XIX a mero escaparate de la escena representada, a un mero telón que adorna la escena humana.
Shi Tao (1642-1707), "Apreciando crisantemos",
rollo de tinta sobre seda. 99.5 x 40.2 cm.
Museo del Palacio de Beijing
Las pinturas chinas deben ser contempladas en su todo, como si fuésemos espectadores de la propia escena natural, centrando nuestra vista en los pabellones que se esconden entre los árboles, minúsculos en contraposición con la grandiosidad de la naturaleza, con lo vasto de su forma. Observar una pintura china es adentrase en un viaje que comienza de derecha a izquierda, más aún en cuadros de rollo, y que nos transporta a esos lugares naturales abstraídos de la mente de quien los observó.
La semejanza física de las cosas no fue el objetivo último de la pintura china. Lejos de este concepto, los pintores chinos pretendían plasmar la naturaleza captando su esencia, misma que se lograba con apenas unas pinceladas en el papel, contrario al detallismo de la pintura europea y principal motivo por el cual los pintores europeos no pudieron captar la verdadera importancia de las pinturas que provenían de China, carentes según ellos de fuerza, de viveza.
Es por tanto el acto de pintar un ejercicio propio del intelecto que se nutre de los sentimientos que de la naturaleza emanan y que el pintor, ayudándose de la meditación profunda y de la observación transforma cada uno de los detalles en pinceladas que la naturaleza le brinda, con el objetivo de que quien la observe pueda sentirse en ese preciso lugar, a esa hora y en las mismas condiciones que el pintor mismo.
Decía Acker: "Los cuadros y las pinturas descifran significados por los cuales la sabiduría y la locura se refleja y se presagian de manera opuesta, y en donde nuestras emociones y nuestra naturaleza se alivian y satisfacen. Si no se es capaz de desentrañar los delicados misterios más allá de (meros) conceptos, ¿cómo se pueden armonizar los cambios del espíritu con la fuerza del movimiento del Universo?" (6).
Paisaje del Sur. Yunnan, China. Foto: Belén Dorado
Las montañas de los inmortales son veneradas por estos pintores seguidores del Dao, quienes ven en la naturaleza la mejor expresión de sus propios sentimientos, mismos que pueden plasmar a través de los propios elementos que la naturaleza les brinda, cargados de simbolismo como las cascadas, entendidas como el acto de nutrir a la tierra por parte de los dioses; pescadores solitarios relacionados con el cultivo individual, nubes relacionadas con la inmortalidad o árboles frutales símbolo de las actitudes humanas, como el bambú, o las innumerables nubes que surcan el cielo, clara metáfora de la impermanencia, base del pensamiento taoísta.
En este corpus simbólico, las montañas serían el Yang (lo masculino) mientras que el agua se relacionaría con el Yin (lo femenino), dicotomía de los pares contrarios pero necesarios y presentes en toda la cultura china. De ellos surgen todos los elementos que existen, siguiendo un orden, un tamaño, un lugar y una función que posibilita el buen funcionamiento de la naturaleza. Si no se siguen los patrones que de la naturaleza emanan, las relaciones entre sus elementos, la concordancia del todo, está en peligro la conservación del ecosistema.
No se trata de copiar a la naturaleza sino de seguir sus leyes y principios, ubicando cada cosa en el lugar que le corresponde, siguiendo las leyes que ésta marca. Solo así el equilibrio de todo cuanto existe será pleno, y podremos estar en comunicación con todo lo que nos rodea y comprender el lugar que no toca. Ésta es la eneseñanza que nos brinda la pintura china y el pensamiento del dao, donde la belleza de la naturaleza tal y como le corresponde en el macrocosmos en el que se desenvuelve, aplaude las bondades de lo que nos rodea y las aprecia y cuida en pro de una armonía universal.
Wu Zen , (1280–1354), "Pescador", 29.8 x 60.5 cm. Rollo de tinta y color sobre papel.
"Las pinturas de primavera deben ser pintadas con figuras que estén felices (…) las pinturas veraniegas deben ser pintadas con figuras que sean pacíficas (…) las pinturas invernales deben ser pintadas con figuras solitarias" (7)
Es por eso que cuando observamos una pintura china debemos tener todos nuestros sentidos alerta, debemos ser capaces de reconocer en cada elemento lo propio de la naturaleza que, a través de los ojos del pintor, de la asimilación por parte de su intelecto y de la posterior plasmación en el soporte, nos haga viajar como los inmortales, a ese lugar concreto, comprendiendo lo que la naturaleza quiere comunicar, aprendiendo de la grandiosidad de los elementos naturales que todo lo inundan, y aceptando la pequeñez de nuestro ser en comparación con la grandiosidad de lo que se muestra ante nuestros ojos, de las montañas, de los ríos, colinas.
Ma Yuan (1160–65 – 1225) "Bailando y cantando. Campesinos regresando del trabajo. Tinta y color sobre seda. 192,5 x 111 cm. Museo del Palacio de Beijing
Xia Gui, Rollo de mano, tinta sobre papel, 46.5 x 889.1 cm, National Palace Museum, Taipei (detalle)
"Belleza implica apreciación. El pintor expresa su apreciación de la belleza de la naturaleza, pero también absorbe la belleza natural través de la pintura. Lo que la vista percibe, penetra directamente al interior del alma" (8).
El precepto del Daoísmo de que todo procede del Dao y que el Dao puede ser entendido como vuelta al origen y como el origen mismo de todas las cosas, se convierte en el eslabón necesario para poder llevar a buen cauce este sentido de igualdad, de armonía, que es lo que hace que el desarrollo del individuo y del propio entorno donde se desarrolla, mantenga sus propios cambios, se transforme y desarrolle naturalmente. Esto es claramente apreciable en las pinturas chinas, que podríamos entender como un mecanismo de unión entre el mundo de los sentidos que evocan la naturaleza como parte de su desarrollo, y el mundo del ser humano quien, a través de esta contemplación se encontrará más cercano a los ideales naturales de desarrollo, de convivencia, de respeto hacia el entorno y de comprensión de lo minúsculo de su persona en comparación con la grandiosidad de todo cuanto existe bajo el cielo. Comprendiendo estos preceptos habremos logrado comprender el papel que ocupamos en este mundo: uno más de los elementos de la naturaleza, cuidarla es cuidar de nosotros mismos.
En esta época de crisis ambiental, son las ciudades y sus habitantes los que tienen la ardua labor de reencontrarse con lo natural, con el Dao de la naturaleza, ausente en las ciudades pero de gran presencia en el entorno natural, de donde provenimos y al que debemos llegar para el óptimo funcionamiento del entorno, del que formamos parte indiscutible, y que los pintores chinos supieron comprender y compartir con quien quisiera acercarse a observar.
Quizás una nueva visión desde la ética del daoísmo pueda ser uno de los caminos para crear ciudades más sostenibles, donde la naturaleza y su orden natural sean preservados, como abanderaba la pintura china.
Notas: (1) Dubrovskaya, Dinara V. Exception to the rule: how adaptation genius. Matteo Ricci failed to understand Chinese painting. In: Journal of the Insti-tute of Oriental Studies RAS, Moscovo, Nº 4, Pág. 126-135, 2020 (2) Término referido en la pintura china para la pintura de paisaje. La montaña y el agua como dos elementos claves del entorno son los protagonistas de un tipo de pintura que, como la de flores y pájaros o bambúes muestra la importancia que los elementos naturales tienen en esta manifestación artística e intelectual. (3) Yi Jing 已经, Libro de los Cambios o Mutaciones de los Zhou, como se conoce también, es uno de los libros más antiguos del mundo y clave para comprender la cosmología de la cultura china, y por ende su propia cultura. (4) Chántal Maillard (2000), La sabiduría como estética china: confucianismo, taoísmo y budismo. Ediciones Akal, Madrid. Pág. 66 (5) Real Academia de la Lengua Española (6) Acker, William R.B. (1974) Chapter Origins of painting. In Some Tang and Pretang text on Chinese painting. Introduction and annotation about the Li Tai Ming Haji by Chang, Yen-Yuan fl.847-874. E.J. Brill, V. II (parte I y II). Leiden, Netherland. Pág. 131 (7) Jung Maeda, Robert Two Songs text of Chinese painting and the landscape style of the 11th 12th century. Thesis presented to the Department of Fine Arts. Harvard University, Cambridge, Massachusetts. Pág. 35 (8) Deng Ming Dao (1998) La vida secreta de un monje taoísta, Crónicas del Tao. Serie Los Libros de la Liebre de marzo. Barcelona. Pág. 93